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Danza luz oscuridad

La danza como reflejo de la luz y la oscuridad

  |   Ballet Folklórico de México   |   Sin comentario

“Esta danza presenta su espejo ante la naturaleza y la vida, y en él recoge todos sus aspectos: el apacible, el luminoso, el sombrío, el apasionado y nada existe que ella no traduzca y no ponga de manifiesto”.

–  Kâlidâsa

 

Un arte que se creó a partir de la búsqueda creativa, fusión de las impresiones del mundo exterior y la vida organísmica interior; es la suma de estos fuegos apocalípticos los que conducen al coreógrafo a los más puros pronunciamientos corporales de experiencias vitales.

 

La danza significa siempre el “jugarse el todo por el todo”, es una búsqueda de mente y cuerpo hasta las últimas consecuencias, extremo de un experimento arriesgado, exageración que es verdad poética.

 

La verdadera danza no se encuentra mediante sistemas metódicos o generalidades de movimiento. La danza verdadera se sueña en la vigilia; es la fusión entre el ser interior y el mundo exterior, es la conciencia que utiliza sus sentidos para transfigurar la percepción sensorial de este mundo, un lenguaje corporal capaz de comunicar un sentido transmutado de la realidad: la unificación del Eros dionisiaco y la visión de nuestro cuerpo integrado con el universo; todos somos miembros los unos de los otros.

 

Una disciplina que constituye una forma de energía social. Cuando ocurre que la conciencia humana se niega aceptar pasivamente los fracasos y las traiciones de la sociedad, este río de energía se desborda al mundo de la realidad, transformando sueños e ideales en hechos. La danza tiene la capacidad de ayudar al ser humano a ubicarse dentro de la sociedad y el tiempo para reflejar las más profundas necesidades de hombres y mujeres.

 

Se ha observado, a lo largo de la gran variedad de sus manifestaciones históricas, que la danza posee una conexión esencial, umbilical con la vida; puede decirse, incluso, que es una de las puntas de lanza en la evolución humana, y cuando nuestras civilizaciones tecnológicas parecen absorbernos y agobiarnos, entonces aparecen los síntomas agudos de descomposición y decadencia, tanto en nuestras estructuras sociales, como en el arte que producimos.

 

Asimismo, en México el humanismo ha significado la revolución y los cambios, las reestructuraciones. El pueblo mexicano con su carácter multifacético y variada herencia, ofrece un tejido cuya ilimitada urdimbre no cesa jamás; sus hilos a veces se ven teñidos del rojo sangre de sus batallas por la libertad; otros brillan con un resplandor lunar en el que la danza, la poesía, la música y la pintura han impregnado nuevas creaciones de manera indisoluble.

 

Cada movimiento vivido, ya sea de los sentidos o del espíritu, cada aventura en el espacio interior o en nuestro mundo exterior actual, forma parte de la búsqueda del bailarín y coreógrafo; búsqueda que surge de sus propias fuentes, de su ser y de sus propias experiencias, para no diluirse imitando ciegamente lo rimbombante y deshumanizado de culturas lejanas a la nuestra y que sistemáticamente nos invaden.

 

Un proceso que no es sino el inicio, el primer paso bailado, para adentrarnos en la vasta y misteriosa selva que es el arte y el acto creativo.

 

Algunas veces siguiendo algo brillante, otras sumergiéndose en las sendas subterráneas de nuestro propio ser para emerger, con algo maravilloso, o decepcionado con lo que se ha encontrado para seguir buscando afanosamente, eternamente.

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